domingo, 30 de octubre de 2016

Pesadilla a media noche

Eran las 3 de la madrugada, y yo luchaba para que mis ojos no se cerrasen. No podía caer, tenía que mantenerme despierta toda la noche. Si no lo hacía, todas esas pesadillas que me invadían  la mente desde hace unas semanas, volverían una vez más.
Mis ojeras se habían prolongado y cada vez eran de un violeta azulado más intenso, y mi rostro, siendo víctima, se volvía pálido, reflejándose como un ser sacado de una especie de película de zombies. Tenía que acabar con esas pesadillas que me empezaban a afectar psíquica y físicamente.
Pero allí volvía a estar, agarrando con fuerza los extremos de las sábanas y corriendo por mis mejillas  lágrimas asustadas hasta llegar a mi cojín.
Yo, amante de la noche, la estaba empezando a detestar.
Me incorporé de la cama y me fijé en el reloj de la mesilla de noche. Justo marcaba la hora en la que siempre me despertaba sobresaltada de ese infierno; las tres y dieciocho minutos. Pensé que si me mantenía despierta a esa hora, tal vez lo podría evitar.
Cuando de golpe mis ojos se cerraron, no pude hacer nada, se cerraron como si se tratase de un acto involuntario que mi cuerpo no podía hacer nada al respecto. Y al suceder eso, aparecí en la pesadilla de todos los días.
Esa vez era diferente a todas las otras, ya que mi mente, consiguió darse cuenta que todo eso era producto de mi propia imaginación y quizás algo que podía llegar a controlar.
Pero por mucho que lo intentara, no podía despertarme. Así que sin tener otra opción, tenía que seguir con el sueño.
Todo sucedía en una especie de subterráneo. Al principio me encontraba en un oscuro pasillo en el que al final de todo, se podía ver una puerta de donde llegaba una tenue luz rojiza.
Entonces empezaba a correr porque se oían muchas voces, algunas se oían más cerca que otras, pero todas me atormentaban. Me costaba mantenerme de pie y una terrible escozor subía y bajaba por mi pecho y garganta, convirtiéndose en un resistente nudo.  Conseguía llegar a la puerta y aliviada, me cerraba en la sala dejando atrás todas esas voces.
Pero esa vez sabía que la historia no había terminado.
La sala en la que estaba, parecía sacada de una escuela de baile. Era muy espaciosa y toda una parte de la pared la ocupaban espejos. Estaba muy poco iluminada,  con la característica luz rojiza de antes que podía ver al final del pasillo.
Cuando menos lo esperaba los espejos se empezaban a multiplicar alrededor de la sala y el lugar se iba haciendo cada vez más pequeño. Me reflejaba en cada uno de los espejos y mi imagen estaba allí donde mirase y en esos momentos no podía haber nada que me asustara más que eso, que mi propio yo multiplicado en mil mientras la sala se estrechaba aún más.
Me retumbaba un fuerte dolor de cabeza, que ésta estaba sujeta entre mis manos. Finalmente, acababa cayendo al suelo sobre mis rodillas derrotada.
Era justo allí donde siempre me despertaba, dejando atrás toda esa oscuridad.
Una vez despierta, empecé a razonar cual podría ser el significado que podría tener todo eso y me di cuenta que no había nadie que me perseguía, en mi pesadilla no habían demonios, ni monstruos, ni siquiera espíritus. Tan solo era mi reflejo y voces que eran pensamientos míos. No había nada ni nadie de lo que temer. A salvo de mí. Yo soy mi propio miedo, mi única oscuridad. Culpable y testigo de las cosas que hago y digo. La única que me persigue en mi largo camino. Mi único enemigo. Mi único obstáculo. Todo a lo que quiero llegar, se encuentra al otro lado de todo ese miedo y toda esa inseguridad, de la que tan solo yo, puedo dominar.

1 comentario:

  1. El final m'agrada molt, tu pots aconseguir el que et proposis només has de superar les teves pors!

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