domingo, 7 de enero de 2018

Planta carnívora

Tu puta alma 
es una planta carnívora.
Porfavor,
rompe su maceta
para que se expandan las raíces
en tu vientre.
Sálvala,
está hambrienta
y ansía libertad.
Sin nisiquiera saberlo,
en tus venas recorre
savia bruta cristalina,
en vez del bombeo
de una sangre rojiza.
Tú, que eres naturaleza,
empiezas a accionar
y creas lentamente el principio
de un incierto movimiento vital.
Las hojas,
que empiezan a brotar,
se enredan apretando tus intestinos.
Te estremeces
y empiezas a sudar gotas de angustia
que regaliman por un cuerpo,
que tu ves débil y herido.
Entonces trepan rápidamente por tu interior,
como serpientes que anhelan engullir con diligencia.
Remueven tus entrañas,
arañan tu corazón
y destrozan tus vísceras.
Roe todos y cada uno de tus huesos
con sus salvajes y afilados dientes,
pero su prolongado tallo comienza a enzarzarse
sobre tus delicadas clavículas.
Se encamina por tu tráquea
y sientes que ya no ahogan,
ya no,
ahora acarician.
De repente surgen las hojas al exterior vertiginosamente de tu boca.
Tu planta carnívora
ya no estará jamás recluida.
La has aliberado,
has hecho que germine y que
brotara hacia al exterior
echándole semillas.
Y si,
por lo que más quieras creélo
porque lo has logrado,
has hecho revivir tu innigualable esencia,
que ahora tan viva se siente,
tintada de unos colores exóticos intensos.
Te fijas en ella,
y en lo jodidamente hermosa
que se ve cuando muerde,
rasca, mordisquea y come.
Como arrasa
con todo lo que le venga.
Y joder,
tú,
Ser que siente,
que calla y grita
y viceversa,
que imagina y crea
que duda,
que es consciente,
que se menosprecia
y practica cannibalismo
comiéndose la cabeza a diario;
déjame decirte
que cuando te quites esa venda frente
al paisaje de la selva
que ha brotado de ti,
podrás apreciar con tus ojos;
una preciosa
y
majestuosa
obra
de
arte.


Porque tan solo eres tú,
esa puñetera planta
carnívora
y hambrienta.