sábado, 1 de octubre de 2016

Decidí ser nieve

Queriendo irse, querer quedarse.
Huir sin saber hacia donde correr
ni siquiera el porqué.
Supongo que el error está en el no comprender
el compás que llevan mis huellas
y todas esas pulsaciones.
En el debatir entre apostar
o seguir siendo una cobarde.
Entre decidir si realmente quiero sonreír
o romperme a llorar una vez más.
Entre el querer o el quererme.
Entre el ser o el estar.
El soñar o el despertar de esta realidad,
y el hundirme o el flotar en este alterado mar,
Quizás todo sería más fácil,
si sintiera la mitad,
si por unos segundos, me convirtiese en metal.
Irrompible, invulnerable.
Pero decidí ser nieve
y fundirme en cualquier fría piel
al notar su contacto, frágilmente.
Y ahora que empiezo a temblar,
tambaleo en la inercia de quebrarme.
Quizás solo espero a alguien que venga a juntar
cada vértice de mí,
y despierte esa bonita sensación.
Y que solo me recomponga su voz.
Me vuelvo frágil, me transformo en nieve.
Desciendo lentamente
y cansada de ser fuerte,
 honestamente, me alivia pensar
que no tengo una pistola cargada de maldad
en lugar de mi corazón débil.
Por eso seguiré pensando que las almas rotas,
que son a las que disparan,
son las más bonitas.
Y en realidad,
las más auténticas.
Entonces ven,
bésame todos mis errores
y desnúdame la piel,
hasta rozar con las yemas de tus dedos,
el fondo de mi desastre, al que nombro ser.